China, 1996. "The king of Masks"
"Dos caras de la máscara"



Es curioso como las palabras pueden significar conceptualmente una cosa, y sin embargo, en su esencia corresponden a algo diametralmente opuesto, casi contradictorio. Algo así nos pasa con la palabra "máscara". Aunque proviene del árabe (Mashera) que quiere decir “payaso”; para muchas culturas antiguas -en su origen cotidiano-, está mucho más cerca con la raíz de la palabra itálica "maska", que significa alma del difunto. Así, “maska”, se presenta como un nexo, un vehículo de comunicación con lo espiritual... lo sagrado.


La galardonada "Bian Lian", del afamado director Tian-Ming Wu, posee un argumento aparentemente simple. Quizá por esa razón durante su exhibición en las pantallas occidentales lo rotularon como un film para todo espectador.

La historia consiste en la vida de un anciano artista callejero que busca un niño varón al cual heredar su arte familiar antes de morir. Con el paso del tiempo, mediante el previo pago de dinero, accede a hacerse cargo de un niño, pero al poco andar, descubre que lo han engañado y se trataba de una niña. Es ahí, en ese básico argumento, el lugar donde se esconden temáticas más complejas como la esclavitud, la fe, el destino, y por sobre manera algo que aún hoy en día esta latente en el mundo: el miedo al cambio.

El que sea ambientada en los años 1900 no es un elemento dejado al azar.

La narración está situada en el período republicano, cuna de una serie de convulsiones político-sociales, época plagada de conflictos de independencia en numerosas zonas de China bajo el control de los llamados "Señores de la Guerra" y posteriormente la segunda guerra Chino-Japonesa. Este cúmulo de situaciones constituye el marco histórico del film. Así mismo, este contexto refleja un tiempo de profundos cambios e inestabilidad, acontecimientos que son una réplica de la vida en los protagonistas. En muchas secuencias quedan de manifiesto estos hechos al considerar la presencia represiva del poder militar y su importancia para la sociedad de la época.

El vertiginoso mundo a comienzos del siglo XX, -época que por su naturaleza ya evidencia un cambio hacia lo incierto- es donde se sitúan los protagonistas de la historia, y siendo su hilo conductor -búsqueda desesperada por continuar con la tradición del arte callejero familiar-, la esencia de la angustia, el miedo a lo incierto y la falta de seguridades en un escenario de crisis.

La película evidencia sucesos específicos al respecto. Por un lado, un hombre que practica el trasformismo, para interpretar una mujer en la ópera china siendo una figura local y regional muy respetada; diosas de la suerte que influirían en el destino de los hombres y su futuro, entre otras situaciones. Y por otro, un género femenino diezmado por abusos y privaciones; diferencias sociales que distan mucho de la idea de lo femenino que se tiene en las artes, y con mayor intensidad, en el ámbito espiritual-religioso de la época.

Sumado a todo esto, un artista callejero que la única manera de entregar su arte es mediante máscaras, y por otro lado, una sociedad que parece agradarle la idea de ocultar sus rostros por conseguir estabilidad, distracción, y finalmente una falsa seguridad. En suma, una serie de contradicciones elementales que potencian el argumento del film, y que en su trasfondo, hacen que el choque generacional entre la niña y su abuelo, se convierta en una metáfora del miedo y sesgo social producto de despropósitos vitales presentes en la sociedad china de la época.

Ahora bien, todo esto suena como una clase de historia y muchos se preguntarán qué tiene que ver con nosotros. Ese punto es interesante. Como vemos en la China del 1900, su mundo no dista mucho de lo que ocurre en la actualidad. Los conflictos latentes sobran. El mundo esta lleno de contradicciones en el hacer y quehacer humano. El miedo, la angustia y el desarraigo, es pan de cada día. Y aunque la película fue hecha en 1996, la situación en general no ha cambiado. El hombre se da su propia espalda y es quién hoy en día se llena de máscaras para ocultar realmente quienes somos.

Precisamente ese es su mérito, el film apela a la condición evolutiva del hombre y la forma que tenemos para enfrentar el futuro y sus problemas. Quizá en muchas ocasiones, es necesario aceptar a la niña como nieto-heredero, olvidando la anacrónica y dogmática tradición y; aunque el mundo parezca equivocado, el tiempo dará las razones finalmente. Así, pese a la contradicción de las dos caras que encierra la palabra “máscara”, esta obra es una invitación a reflexionar la decisión sobre qué lado de ella ocuparemos para ver nuestro mundo.

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