Japón, (2008),
"Achilles and theTortoise" "Paradoja"
PB: En la película,
sólo hay un momento en que creo que tu interpretación fue autoconsciente…
OW: Dime cuál. Y yo te diré el que fue un mal momento para mí… En la primera escena con Susan, un primer plano, tengo la cara sucia con barro. Es un momento realmente falto de sinceridad. Debes volver a verlo de nuevo.
Es realmente insincero. Yo no he vuelto a ver esa escena desde que la hice, pero….
PB: No es tan mala como…
OW: No es tan mala, pero nos presenta a un auténtico actor de cine con barro en el rostro. Bien, ¿cuál es tu momento?
PB: La sonrisa en primer plano en la oficina del periódico cuando Cotten te pide que guardes la declaración de principios que habías escrito…OW: ¡Oh, pero se presupone que ésa es una sonrisa forzada! Yo no creo que el documento deba ser guardado, puesto que no lo firmé para respetarlo.
PB: ¿De verás?
OW: Desde luego.
PB: ¿Quieres decir que desde el primer momento en que lo escribió el protagonista se proponía no respetar lo que había escrito?
OW: Eso es…
PB: No me di cuenta de ello.
OW: No. Yo supuse que nadie creería en la sinceridad de esa sonrisa. El protagonista se siente horrorizado al ver que alguien quiere conservar aquel papel como si fuera un documento sincero. La cosa va demasiado lejos.
PB (risas): ¡Está bien, lo retiro! Fue un gran momento.
OW: (risas)
Palpitante, inicio mi marcha hacia el campus. Cada paso es como vivir esos momentos mágicos de las películas, un sonido sordo de autos, animales y gente no hace más que internarme en mis pensamientos. Como si se tratara de una proyectora de 8 mm releo y recreo lo escrito con la inseguridad de aquel que empieza algo nuevo, algo para lo cuál quizá no tendrá capacidades ni paciencia para desarrollar. Entre la rotativa mental siento que me acerco a mi destino. Debo concentrarme y tranquilizarme, seguro me harán preguntas y debo estar atento.
En mi mano sostengo 4 hojas escritas desde el fin de semana, aunque con suficientes correcciones que bien podrían haber sido un libro entero. Siento el crujido de las tablas de un viejo piso de madera y acelero el paso sólo por ansiedad. Mientras, los sonidos se mezclan y creo oír una voz dentro la habitación. Ésta, será la empalizada a doblegar si quiero entregar de buena forma lo ya escrito y corregido en esa última semana.
Una voz ronca, como de fumadora crónica, atendía a mi antecesor en su despacho. La acústica era buena, por lo que no había que realizar mucho esfuerzo para escuchar lo que las voces en diálogo versaban.
Mientras, yo -desconcertado- cercano a la puerta escuchaba aquél interrogatorio, esperanzado en encontrar buenos argumentos para defender mi trabajo, sobre todo considerando la enorme película que me había tocado en el sorteo, ni más ni menos que “El ciudadano Kane”.
Bajo ningún motivo pretendo elaborar una, a lo menos forzada conexión del “Ciudadano Kane” con “Akiresu to kame”, sería injusto tanto para esta última película como para Kitano. Lo que si pretendo es plantear una interrogante respecto a la representación del Arte y de los modelos que ocupamos, tanto para desarrollarla, como evaluarla.
Esto está lleno de paradojas. Esto es tan así al punto que me siento en un curso de lógica. Lo primero que hay que acentuar es la cita de la paradoja de Zenón al comienzo del film. No porque por el hecho de citar a los griegos presuponga un peso extra en la historia, sino que de alguna forma resulta referencial para entender tanto el guión como otras temáticas en la historia y conexto fílmico, como paradojas. Desde ese perfil resulta muy enriquecedora la experiencia del visionado de la película al podernos centrar bajo diferentes perspectivas, que aunque aparentan oposición, poseen cierta lógica en la vida real.
Como no suelo ni quiero hacer, esta vez partiré al revés, mencionando algo del argumento –que es algo que no me termina de agradar- para después enunciar mis impresiones.
En breves palabras “Achilles and the Tortoise” cuenta la historia de “Machisu Kuramochi” quien desde su infancia se ve atraído –por gusto o influencias- al mundo de la pintura. Proveniente de una familia adinerada, el joven pintor tiene un amplio horizonte que explotar y en el cual desarrollarse, de esta forma va cosechando sus primeros frutos desde la tribuna que le otorga su acomodada posición. Luego, debido a una crisis económica, la situación familiar se ve golpeada al punto de que, prontamente con el correr de los minutos, nuestro protagonista se ve en solitario afrontando su pasión por la pintura, así como su infortunio en los círculos de crítica, industria y representantes del mundo del arte.
Ahora bien, no dejo fuera algunos hechos y personajes gravitantes dentro del guión como lo son principalmente su esposa e hija, el rol de los padres y mentores en su recorrido como pintor. Todos aspectos importantes para la película, a los cuáles les dedicaré algo de espacio en esta entrada.
Rápidamente haré mención de que el relato se fragmenta en partes definidas, cada cual con su significación particular, mostrando una apreciación diferente del cómo mundos y experiencias diferentes se acercan al arte. Probablemente si las historias fueran separadas sin una narración en cronología con la edad del protagonista este hecho se vería más acentuado. Kitano, por su parte, desechó tal posibilidad y como producto de esa elección se acentuó el eje narrativo que sostiene “la vida del artista”, más que “la vida del arte”, situación paradojal en relación al segundo eje abordado. Una sola historia cronológica tiende a unificar un arquetipo más que visualizar una disciplina u oficio desde la multiversalidad de su propósito, que por lo demás es algo tan propio de las artes en general.
Al observar esta elección de guión y montaje de alguna forma no me causó extrañeza. Es que Kitano ya nos tiene acostumbrados al afán de personalizar y secularizar al punto de estigmatizar sus obras, lo cual no me merece reproche alguno, siempre y cuando la dirección sea correcta. Bajo esta misma fórmula -quizá algo más engalanada con algo de tintes manieristas,- nos ha entregado grandes películas, y lo hacen poseer un estatus envidiable dentro de la cinematografía en el Japón actual.
Cuando se leen los comentarios de prensa, sinopsis y escritos de periodistas se puede apreciar que se tiende a abordar la película desde una dimensión crítica sobre el mundo del arte -que en el fondo es el mundo que adorna el arte en si mismo-, específicamente su dimensión formal, integrada por patrocinadores, críticos, etc. Lo cierto es que esta idea constituye el segundo eje del relato. Así, abiertamente, se muestra la paradojica contradicción donde por un lado tenemos al arquetipo del artista, una suerte de poeta maldito que está en la ambigüedad de tener que integrarse a un sistema que poco tiene relación con la inspiración más profunda del artista y su obra. Y sin embargo, por otro lado, es este mismo personaje quien tiene que entregar un “producto” al mercado, que en el común de los casos, posee otras ideas de qué entenderá como "Arte".
Este último tema es imprescindible para discutir la película. Kitano, quien posee sus propios demonios en relación al mundo del arte –recordemos las temáticas planteadas en “Takeshis’” y “Kantoku-Banzai!", donde se aborda el arte desde otras perspectivas”-, propone un axioma básico dentro del guión y montaje para el entendimiento de este punto.
En “Achilles and the Tortoise” la problemática se reduce al enunciado donde si posees status o condición social y/o económica, eres un artista; sin embargo, si estás en desmedro o desposeído de influencias o recursos, eres un rebelde e incomprendido. Esta tesis se ve reforzada en cada fragmento de historia, desde la motivada infancia de Machisu, hasta el pintor autodestructivamente obsesionado con ser dignificado como artista por el mundo formal del arte.
Bajo esta perspectiva el artista para Kitano, tiene profundos tintes de fatalidad, visión completamente sincrónica con su forma caústica de hacer y ver el cine. No sólo nos muestra un fracaso a nivel de profesión, inspiración, empatía y relaciones humanas, sino también nos muestra un ser -tanto familiar como conyugal- estancado en sus afectos. En definitiva, constituye otra paradoja donde se representa a un "prisionero de su obra", en un eterno círculo de validación que no llega a ser autovalidación, y por tanto, se torna carente de personalidad y juicio. Es en este punto donde se suma otro de los aspectos que empapan el film, esta vez representado por la “oportunidad”.
La "oportunidad" -que para algunos sería vista como la suerte, situación que no comparto y que quedará explicada de manifiesto- es el principal “amigo” del artista. No porque ayude a la inspiración o talento, sino más bien porque ayuda al entorno del artista a generar las condiciones de mostrar y apreciar su arte. En las grandes galerías de arte se exhiben una infinidad de cuadros, todos de pintores de renombre, avaluados en grandes cantidades de dinero, pero ¿cómo llegó ese hombre a ahí? La pregunta no sólo apunta a quién lo ayudó, a quién convencieron o quién recomendó tal o cual cuadro, sino en relación a en qué punto se generó el nexo entre la obra y su el público. En el film, ese aspecto es centralmente importante y está dado por los afectos, puntualmente el amor filial y conyugal.
Los afectos en general juegan un punto gravitante en el relato, desde su primera aproximación infantil hacia lo que sería un maestro consagrado y posicionado en los círculos del mercado del arte, el que vive de su "condición de artista"; pasando luego por la otra cara de lo que sería el maestro que "vive de su arte" –ya no visto desde un punto de vista económico-, sino el maestro que respira a través de sus obras, el cuál no termina de aprender nunca y se maravilla por los trazos de un niño, al punto de asimilar sus lecciones como propias. En el fondo, se trata de la vida externa e interna del artista. Son mundos que lo representan y de no estar complemante equilibrados causan crisis tanto en su dimensión artística como humana. De este modo, es esta dualidad la que en el film es cortada transversalmente por los afectos.
Todo en el relato tiene aromas a paradojas, por un lado la idea de la "fatalidad del artista" lo que constituirá como tal, y por otra la necesidad de poseer la “oportunidad” que lo hará destacar y entregar su obra. Así, sin fatalidad no se constituye la mirada y sensibilidad del artista, pero sin oportunidad su arte deja de serlo a no ser contemplada, y por tanto, carente de comunicación fuera de él mismo.
Si los afectos constituyen el vehículo de aproximación entre estos dos postulados irreconciliables, no es de extrañar que nuestro protagonista pulule entre estos dos mundos como alma en pena, sin darle un sentido ni a uno ni otro extremo. Es por ello que se esmera en lograr salir al mercado pese a las negativas, mientras por otro, su mujer, constituye esa oportunidad que le hace ver el artista que es al amar su arte y consecutivamente amarlo a él.
La búsqueda no deja de ser trágica siquiera a esta altura, confirmándose que el sueño de ser pintor constituye en el sueño de ser querido y amado tal cual es, problemática arraigada desde que era un niño. Esto se ve en múltiples episodios del film, destacables momentos es cuando pinta a su madre muerta, representado que la única forma de expresión emotiva es a través del arte y no de las propias herramientas psicológicas que los seres humanos poseemos.
Por si esto fuera poco, se suma la última paradoja a representar, que tiene que ver con un marco ligado al metacine más que otra cosa. Y se presenta con el ejercicio de extrapolar la película como una pintura de "Achilles and the Tortoise".
Mucha de la crítica aburrida del carácter personalista y hasta ególatra del propio Kitano, podrá decir, que el film se constituye en una serie de facilismos y guiños con su propia vida, la sobreexposición del director antes que la obra, o el afán reiterativo en tener un rol preponderante en sus películas. Lo cierto es que basados en los ejes narrativos y estéticos de la película bien podrían catalogarse tales aseveraciones como provenientes del sector representado por "el mercado" en la película. Y a su vez, la crítica otorga tales calificativos-por el hecho de ser crítica- y se encasilla en el mundillo ficticio y profundamente criticado en el film. Una inteligente paradoja que seguro será vista como autovalidación y facilismo por algunos, pero que da pie para situar un análisis crítico y autocrítico desde esa lógica.
Para quienes no reconocieron el diálogo, PB y OW corresponden a Peter Bogdanovich y Orson Welles -ambos grandes directores de cine-, en el contexto de una sabrosa entrevista producto de la afamada película “Ciudadano Kane”. Sus diferencias en cómo ven el cine provocan el diálogo más enriquecedor entre dos artistas que pudiera darse en toda la entrevista. Es ese “diálogo” -donde el hambre de entendimiento de la obra provoca la “oportunidad” que hace unir criterios y miradas-, el que da pie y contexto para la realización de grandes cambios en materia del arte, y lo mantienen vivo a pesar de la humanamente pecaminosa historia como hombres.
Culminando, -y para quien se interese- finalmente entré a defender mi análisis del "Ciudadano Kane", situación mencionada a principios de esta entrada. Aunque con miedo, me defendí como pude y logré dar con buena parte de aciertos necesarios para unir mis criterios con los de mi maestra. Al terminar me dijo, “así que quiere continuar con esta tontería del cine, ¿cierto?”, a lo que prosiguió cuando asentía, “entonces, debe saber que a Orson Welles estuvieron a punto de quemarle su película... Para que vea, así es el Mundo del Arte”.
En mi mano sostengo 4 hojas escritas desde el fin de semana, aunque con suficientes correcciones que bien podrían haber sido un libro entero. Siento el crujido de las tablas de un viejo piso de madera y acelero el paso sólo por ansiedad. Mientras, los sonidos se mezclan y creo oír una voz dentro la habitación. Ésta, será la empalizada a doblegar si quiero entregar de buena forma lo ya escrito y corregido en esa última semana.
Una voz ronca, como de fumadora crónica, atendía a mi antecesor en su despacho. La acústica era buena, por lo que no había que realizar mucho esfuerzo para escuchar lo que las voces en diálogo versaban.
Maestra: Ya que no puede entregar mayores detalles del papel de la cultura en el film, ¿podrá hablarme un poco del sentido de “realidad” presente no? Después de todo ud. está apunto de egresar de esta Universidad ¿no es cierto?… bueno, al menos no antes de pasar mi asignatura. ¿Y bien, su respuesta?
Alumno: Bueno, la verdad es que durante el film es posible distinguir múltiples realidades…
Maestra: A ver, cómo es eso… ¿múltiples?, ¿De cuántas hablamos?... ¿Miles? Enuméremelas.
Bajo ningún motivo pretendo elaborar una, a lo menos forzada conexión del “Ciudadano Kane” con “Akiresu to kame”, sería injusto tanto para esta última película como para Kitano. Lo que si pretendo es plantear una interrogante respecto a la representación del Arte y de los modelos que ocupamos, tanto para desarrollarla, como evaluarla.
Esto está lleno de paradojas. Esto es tan así al punto que me siento en un curso de lógica. Lo primero que hay que acentuar es la cita de la paradoja de Zenón al comienzo del film. No porque por el hecho de citar a los griegos presuponga un peso extra en la historia, sino que de alguna forma resulta referencial para entender tanto el guión como otras temáticas en la historia y conexto fílmico, como paradojas. Desde ese perfil resulta muy enriquecedora la experiencia del visionado de la película al podernos centrar bajo diferentes perspectivas, que aunque aparentan oposición, poseen cierta lógica en la vida real.
Como no suelo ni quiero hacer, esta vez partiré al revés, mencionando algo del argumento –que es algo que no me termina de agradar- para después enunciar mis impresiones.
En breves palabras “Achilles and the Tortoise” cuenta la historia de “Machisu Kuramochi” quien desde su infancia se ve atraído –por gusto o influencias- al mundo de la pintura. Proveniente de una familia adinerada, el joven pintor tiene un amplio horizonte que explotar y en el cual desarrollarse, de esta forma va cosechando sus primeros frutos desde la tribuna que le otorga su acomodada posición. Luego, debido a una crisis económica, la situación familiar se ve golpeada al punto de que, prontamente con el correr de los minutos, nuestro protagonista se ve en solitario afrontando su pasión por la pintura, así como su infortunio en los círculos de crítica, industria y representantes del mundo del arte.
Ahora bien, no dejo fuera algunos hechos y personajes gravitantes dentro del guión como lo son principalmente su esposa e hija, el rol de los padres y mentores en su recorrido como pintor. Todos aspectos importantes para la película, a los cuáles les dedicaré algo de espacio en esta entrada.
Rápidamente haré mención de que el relato se fragmenta en partes definidas, cada cual con su significación particular, mostrando una apreciación diferente del cómo mundos y experiencias diferentes se acercan al arte. Probablemente si las historias fueran separadas sin una narración en cronología con la edad del protagonista este hecho se vería más acentuado. Kitano, por su parte, desechó tal posibilidad y como producto de esa elección se acentuó el eje narrativo que sostiene “la vida del artista”, más que “la vida del arte”, situación paradojal en relación al segundo eje abordado. Una sola historia cronológica tiende a unificar un arquetipo más que visualizar una disciplina u oficio desde la multiversalidad de su propósito, que por lo demás es algo tan propio de las artes en general.
Al observar esta elección de guión y montaje de alguna forma no me causó extrañeza. Es que Kitano ya nos tiene acostumbrados al afán de personalizar y secularizar al punto de estigmatizar sus obras, lo cual no me merece reproche alguno, siempre y cuando la dirección sea correcta. Bajo esta misma fórmula -quizá algo más engalanada con algo de tintes manieristas,- nos ha entregado grandes películas, y lo hacen poseer un estatus envidiable dentro de la cinematografía en el Japón actual.
Cuando se leen los comentarios de prensa, sinopsis y escritos de periodistas se puede apreciar que se tiende a abordar la película desde una dimensión crítica sobre el mundo del arte -que en el fondo es el mundo que adorna el arte en si mismo-, específicamente su dimensión formal, integrada por patrocinadores, críticos, etc. Lo cierto es que esta idea constituye el segundo eje del relato. Así, abiertamente, se muestra la paradojica contradicción donde por un lado tenemos al arquetipo del artista, una suerte de poeta maldito que está en la ambigüedad de tener que integrarse a un sistema que poco tiene relación con la inspiración más profunda del artista y su obra. Y sin embargo, por otro lado, es este mismo personaje quien tiene que entregar un “producto” al mercado, que en el común de los casos, posee otras ideas de qué entenderá como "Arte".
Este último tema es imprescindible para discutir la película. Kitano, quien posee sus propios demonios en relación al mundo del arte –recordemos las temáticas planteadas en “Takeshis’” y “Kantoku-Banzai!", donde se aborda el arte desde otras perspectivas”-, propone un axioma básico dentro del guión y montaje para el entendimiento de este punto.
En “Achilles and the Tortoise” la problemática se reduce al enunciado donde si posees status o condición social y/o económica, eres un artista; sin embargo, si estás en desmedro o desposeído de influencias o recursos, eres un rebelde e incomprendido. Esta tesis se ve reforzada en cada fragmento de historia, desde la motivada infancia de Machisu, hasta el pintor autodestructivamente obsesionado con ser dignificado como artista por el mundo formal del arte.
Bajo esta perspectiva el artista para Kitano, tiene profundos tintes de fatalidad, visión completamente sincrónica con su forma caústica de hacer y ver el cine. No sólo nos muestra un fracaso a nivel de profesión, inspiración, empatía y relaciones humanas, sino también nos muestra un ser -tanto familiar como conyugal- estancado en sus afectos. En definitiva, constituye otra paradoja donde se representa a un "prisionero de su obra", en un eterno círculo de validación que no llega a ser autovalidación, y por tanto, se torna carente de personalidad y juicio. Es en este punto donde se suma otro de los aspectos que empapan el film, esta vez representado por la “oportunidad”.
La "oportunidad" -que para algunos sería vista como la suerte, situación que no comparto y que quedará explicada de manifiesto- es el principal “amigo” del artista. No porque ayude a la inspiración o talento, sino más bien porque ayuda al entorno del artista a generar las condiciones de mostrar y apreciar su arte. En las grandes galerías de arte se exhiben una infinidad de cuadros, todos de pintores de renombre, avaluados en grandes cantidades de dinero, pero ¿cómo llegó ese hombre a ahí? La pregunta no sólo apunta a quién lo ayudó, a quién convencieron o quién recomendó tal o cual cuadro, sino en relación a en qué punto se generó el nexo entre la obra y su el público. En el film, ese aspecto es centralmente importante y está dado por los afectos, puntualmente el amor filial y conyugal.
Los afectos en general juegan un punto gravitante en el relato, desde su primera aproximación infantil hacia lo que sería un maestro consagrado y posicionado en los círculos del mercado del arte, el que vive de su "condición de artista"; pasando luego por la otra cara de lo que sería el maestro que "vive de su arte" –ya no visto desde un punto de vista económico-, sino el maestro que respira a través de sus obras, el cuál no termina de aprender nunca y se maravilla por los trazos de un niño, al punto de asimilar sus lecciones como propias. En el fondo, se trata de la vida externa e interna del artista. Son mundos que lo representan y de no estar complemante equilibrados causan crisis tanto en su dimensión artística como humana. De este modo, es esta dualidad la que en el film es cortada transversalmente por los afectos.
Todo en el relato tiene aromas a paradojas, por un lado la idea de la "fatalidad del artista" lo que constituirá como tal, y por otra la necesidad de poseer la “oportunidad” que lo hará destacar y entregar su obra. Así, sin fatalidad no se constituye la mirada y sensibilidad del artista, pero sin oportunidad su arte deja de serlo a no ser contemplada, y por tanto, carente de comunicación fuera de él mismo.
Si los afectos constituyen el vehículo de aproximación entre estos dos postulados irreconciliables, no es de extrañar que nuestro protagonista pulule entre estos dos mundos como alma en pena, sin darle un sentido ni a uno ni otro extremo. Es por ello que se esmera en lograr salir al mercado pese a las negativas, mientras por otro, su mujer, constituye esa oportunidad que le hace ver el artista que es al amar su arte y consecutivamente amarlo a él.
La búsqueda no deja de ser trágica siquiera a esta altura, confirmándose que el sueño de ser pintor constituye en el sueño de ser querido y amado tal cual es, problemática arraigada desde que era un niño. Esto se ve en múltiples episodios del film, destacables momentos es cuando pinta a su madre muerta, representado que la única forma de expresión emotiva es a través del arte y no de las propias herramientas psicológicas que los seres humanos poseemos.
Por si esto fuera poco, se suma la última paradoja a representar, que tiene que ver con un marco ligado al metacine más que otra cosa. Y se presenta con el ejercicio de extrapolar la película como una pintura de "Achilles and the Tortoise".
Mucha de la crítica aburrida del carácter personalista y hasta ególatra del propio Kitano, podrá decir, que el film se constituye en una serie de facilismos y guiños con su propia vida, la sobreexposición del director antes que la obra, o el afán reiterativo en tener un rol preponderante en sus películas. Lo cierto es que basados en los ejes narrativos y estéticos de la película bien podrían catalogarse tales aseveraciones como provenientes del sector representado por "el mercado" en la película. Y a su vez, la crítica otorga tales calificativos-por el hecho de ser crítica- y se encasilla en el mundillo ficticio y profundamente criticado en el film. Una inteligente paradoja que seguro será vista como autovalidación y facilismo por algunos, pero que da pie para situar un análisis crítico y autocrítico desde esa lógica.
DATOS TÉCNICOS Director: Takeshi Kitano Guión: Takeshi Kitano Actores: Kumiko Aso / Sachiko - young Aya Enjôji / Tomisuke's wife Kanako Higuchi / Sachiko Masatô Ibu / Akio Kikuta Takeshi Kitano / Machisu Akira Nakao / Risuke Kuramochi Nao Omori / Picture Dealer Ren Osugi / Tomisuke Kuramochi |
Culminando, -y para quien se interese- finalmente entré a defender mi análisis del "Ciudadano Kane", situación mencionada a principios de esta entrada. Aunque con miedo, me defendí como pude y logré dar con buena parte de aciertos necesarios para unir mis criterios con los de mi maestra. Al terminar me dijo, “así que quiere continuar con esta tontería del cine, ¿cierto?”, a lo que prosiguió cuando asentía, “entonces, debe saber que a Orson Welles estuvieron a punto de quemarle su película... Para que vea, así es el Mundo del Arte”.
-Fin de la entrada-
martes, marzo 17, 2009 |
Category:
Achilles and the Tortoise,
BAFF 2009,
Drama,
Japón,
Takeshi Kitano
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